Moncloa pasea a Sánchez por los pueblos del PSOE para evitar exponerlo a los abucheos en las ciudades
«Sacar al presidente a la calle». Así se resume la estrategia que Óscar López, nuevo jefe de gabinete de Pedro Sánchez, quiere implantar en la agenda del socialista. Pero no una calle cualquiera. Actos cómodos, en territorio nada hostil, ‘baños de masas’ populares con militantes y amplios gestos de populismo. En definitiva, calle sí, pero intentando ocultar al máximo las críticas al presidente. Una táctica que, a la vista está, no ha conseguido aún el objetivo.
Lo ocurrido este jueves en Navalmoral de la Mata (Cáceres) es el perfecto resumen de la nueva estrategia de Moncloa. En plena cuenta atrás de la desesperada evacuación afgana, con la subida de la luz en máximos históricos, y tras negarse a comparecer en el Congreso, Sánchez se ha agendado un acto en un centro de mayores, en tierra ‘socialista’. Un acto cosmético, que cobra aún más sentido propagandístico si se tiene en cuenta que esta misma semana el Gobierno ha aprobado la primera fase de la polémica reforma de las pensiones.
Sánchez ha sido recibido con aplausos y vítores por parte de un grupo de simpatizantes socialistas (alguno incluso lucía un sombrero de paja del PSOE), cuyas palmas no han evitado que se escuchasen abucheos e insultos. Las críticas procedían fundamentalmente de la plataforma de vecinos contra el proyecto del futuro tren de alta velocidad a su paso por la localidad. Problemas cotidianos que enfrentan al presidente del Gobierno con los problemas reales de esa calle que ahora sí quiere pisar.
«Pedro, el mentiroso»
Sánchez intenta blindarse de las críticas, pero no lo consigue. Recuérdese también cuando, a finales de julio, Moncloa le programó una visita a Calvarrasa de Arriba, un pueblo de apenas 600 habitantes también gobernado por el PSOE, para mostrar su ‘apoyo’ al mundo rural. «¿Es usted Pedro, el mentiroso?», le espetó un vecino. Los escoltas del presidente se afanaron para alejarlo del radar presidencial. Apenas unas horas antes, los abucheos se escuchaban en la Plaza Mayor de Salamanca, a donde había acudido Sánchez para presidir la Conferencia de Presidentes.
En junio, el socialista aguantó gritos de «¡Sinvergüenza, vete de aquí!», en Alcalá de Henares. En Ceuta, el abucheo fue monumental, con golpes al coche oficial incluidos. Ejemplos repetidos de que el malestar con su gestión es cada vez más evidente.
Sánchez busca ahora el apego ciudadano ante un otoño que se le presenta muy complicado. La negociación con el separatismo, inflexible en sus exigencias de «amnistía y autodeterminación», seguirá marcando la agenda política. Pero el líder del PSOE tendrá que encarar también la cada vez más difícil relación con sus socios de Podemos, que presionan con la subida del salario mínimo, la ley del alquiler y la derogación de la reforma laboral.
Más propaganda
El nuevo giro de Moncloa se nota también en la propaganda, si cabe aumentada. Se busca un mensaje populista para vender en los medios de comunicación. Como ejemplo: la imagen de Sánchez firmando la escayola de Paquita, una vecina de Sotalbo (también con alcalde socialista) durante una visita a los afectados por los incendios de Ávila.
Ni siquiera se ha tenido reparo para convertir el drama afgano en un caso de marketing de manual. Sánchez, criticado por no interrumpir sus vacaciones en el Palacio de La Mareta -donde la dejadez se resumió en su foto en alpargatas- improvisó una ‘minicumbre’ en la base aérea de Torrejón de Ardoz (Madrid) para hacerse la foto como líder de la evacuación.
Entre foto y foto, Sánchez renuncia a obligaciones propias del presidente del Gobierno, como acudir al Congreso de los Diputados a dar explicaciones. Moncloa no ve «prioritario» que el socialista explique la gestión de la crisis de Afganistán cuando miles de refugiados tratan de salir de un país sitiado por los talibanes.